Por Manuel Fernández
A lo largo de nuestra existencia como sindicato, hemos sido testigos de cómo el uso patronal de la norma sobre ceses colectivos y su apéndice, la suspensión perfecta de labores, ha sido un golpe letal para los trabajadores y sus organizaciones, que muchas veces terminan reducidas o simplemente desaparecen.
Hemos acompañado a los sindicatos de Papelera Atlas, Papelera Nacional, Cogorno, BSH, Hialpesa y muchas otras bases en sus luchas contra los ceses colectivos. Incluso formamos parte de coordinadoras sindicales para enfrentarlos. Sin embargo, la desidia de las principales direcciones no permitió romper el aislamiento de esas luchas ni derrotar esas normas, lo que normalizó su aplicación y las convirtió en un problema que solo se aborda en el terreno legal. Esto ha permitido que las patronales, desde sus poderosos estudios de abogados con influencia en el MINTRA, avancen en su aplicación, infligiendo golpes a la clase trabajadora.
En ese contexto, luego de un período de bonanza de más de 20 años en el sector cerámico, la empresa Celima decidió implementar un cese colectivo, alegando motivos económicos y estructurales. La medida buscaba eliminar de un solo golpe 220 puestos de trabajo y, con ello, debilitar o desaparecer al sindicato.
Primer cese colectivo: Celima saca el garrote
El 7 de agosto de 2024, la patronal Celima inició el procedimiento de cese colectivo ante el MINTRA, afectando a 220 trabajadores, en la que incluyó a toda la junta directiva del sindicato y a los principales activistas de las tres plantas. La base respondió rápidamente, pues ya veía venir esta medida. Se trataba de luchar, no de seguir la dinámica de dispersión o del «sálvese quien pueda» que otras bases hacían, dejando todo en manos de sus abogados. Por eso, el arranque fue crucial para establecer una perspectiva de lucha hasta derrotar los despidos.
Nace el Comité de Lucha
En respuesta, conformamos un Comité de Lucha, organismo vital para el desarrollo y el resultado final de esta pelea. Se integró con los compañeros más experimentados y dispuestos a liderar, aplicando lo que mejor sabemos hacer: luchar en las calles.
Organizamos asambleas y las primeras movilizaciones, algunas en los alrededores del centro financiero de San Isidro, donde se ubica la oficina administrativa de la empresa, acompañados de nuestras familias y sostenidos por ollas comunes. Así dejamos claro que la lucha recién comenzaba.
Después de tres meses de lucha, el MINTRA declaró nula la solicitud del cese colectivo por incumplimiento de requisitos y ordenó la reposición inmediata y el pago de los salarios no percibidos. Como era de esperarse, la patronal no cumplió la resolución y, en su lugar, preparó un nuevo procedimiento de cese colectivo.
El segundo cese colectivo: Celima va con todo
El 5 de noviembre de 2024, la empresa inició el segundo procedimiento de cese colectivo, con una lista de 119 trabajadores que resistieron el primer intento. Así la patronal dejaba al descubierto no solo su plan de eliminar nuestro derecho al trabajo, sino también su objetivo de liquidar a nuestra organización sindical.
Esta vez, el MINTRA aceptó y dio trámite al expediente, comprometiendo nuestra situación. El proceso podía extenderse por más de un año.
Ante esto, ajustamos nuestro plan. Afinamos actividades para autofinanciarnos, como la chocolatada navideña «Niño de los despedidos de Celima», realizada el 28 de diciembre frente a las oficinas de la empresa en San Isidro.
Iniciamos esta lucha solos, pero pronto un sector de la clase obrera empezó a acompañarnos. Ripley, SUTTP, San Lorenzo, Kola Real y otros vieron cómo implementábamos jornadas de lucha, exigiendo la derogatoria de la ley de ceses colectivos y llamando a la acción conjunta.
La Dirección Regional de Trabajo aprueba el cese colectivo en dos instancias
Ninguna lucha es fácil. El 24 de febrero de este año, la Dirección Regional del MINTRA emitió una resolución aprobando la solicitud de la empresa. Fue un balde de agua fría. Todo nuestro esfuerzo parecía en vano.
Entendimos que nuestra lucha no era solo contra la empresa, sino contra el gobierno, sus instituciones y el modelo económico de libre mercado, que busca liberalizar el mercado laboral, priorizando las ganancias sobre los trabajadores.
También criticamos el rol pasivo de direcciones como la CGTP y la FETRIMAP ante los ceses colectivos, que no hacían nada efectivo para frenarlos o derogar la norma.
Por eso, nuestra lucha también exigía a las direcciones nacionales responder con una Huelga General contra los ceses y otros atropellos, y así logramos empujar nuevas jornadas de lucha convocadas por la FETRIMAP y posicionarnos en las movilizaciones de la CGTP.
En la última fase, solo nos quedaba el recurso de revisión ante la DGT. Con la asesoría del Dr. Gutiérrez y su equipo, presentamos argumentos sólidos: Celima no estaba en crisis económica ni en riesgo de insostenibilidad. El MINTRA buscaba ampliar los despidos masivos, alineado con medidas como el RIA (Remuneración Integral Anual), que pretende suprimir conquistas laborales.
El problema no era técnico, sino político. Detrás de estos ardides legales estaban la CONFIEP y asesorías como el Estudio Muñiz, presionando al MINTRA para endurecer medidas antilaborales.
La fase final y decisiva: nuestro recurso de revisión en la DGT
No bajamos la guardia. Organizamos charlas en las puertas de la fábrica para concientizar sobre la unidad y la lucha. Las muestras de solidaridad crecieron, llegando a nivel nacional e internacional.
Llevábamos más de 300 días sin percibir salarios y luchando en las calles. Decidimos acampar frente al MINTRA, recuperando una acción clásica de la lucha obrera. Con carpas, una olla común y el sonido de chicharras y pirotécnicos, resistimos una semana bajo el frío limeño, ganando el apoyo de la clase trabajadora.
El MINTRA esperó hasta el último minuto para emitir su resolución. El 23 de mayo, finalmente, la DGT revocó las resoluciones anteriores, ordenando la reposición y el pago de los salarios no percibidos. Un triunfo en toda regla.
La lucha nos devolvió nuestra dignidad como trabajadores
Nunca perdimos la confianza. Sabíamos que la lucha era el único camino. Hoy retomamos nuestras labores, agradeciendo a cada organización y compañero y compañera que nos apoyó. Este triunfo es fruto de sudor, lágrimas y privaciones.
Sin embargo, la lucha continúa. La norma de ceses colectivos y la SPL siguen vigentes, cobrando más víctimas. En Celima, el plan de reestructuración no ha terminado y apunta a un nuevo cese en la Planta 2.
Nuestra lucha es una de las más importantes de la clase obrera en la historia reciente. Ha inspirado a otras organizaciones a defender sus derechos y demostrado que la única salida es organizarse y luchar unidos en las calles.
Ahora, desde las bases, debemos exigir la derogatoria de estas normas y otras que afectan a los trabajadores. Y esto solo lo lograremos con la unidad de la clase obrera y una Huelga General, una tarea pendiente en manos de la CGTP y la FETRIMAP.