Sobre la victoria de Trump. Cuando la gente busca alternativa y no se les ofrece ninguna, se va por otro lado

Por John Prieto

Ahora que se han acabado las elecciones, se puede ver más claridad por qué Kamala Harris perdió estas elecciones. No fue culpa de los votantes latinos. Ni fue culpa de los votantes musulmanes o árabes. Tampoco se debió principalmente al machismo o al racismo. La campaña de Harris encontró obstáculos que no pudo y no quiso superar, y tomó algunas decisiones políticas que alejaron a sectores del electorado.

¿Estoy mejor ahora que hace cuatro años?

Esta pregunta eterna del año electoral, para la mayoría de los trabajadores, podía responderse definitivamente de forma negativa. Según las encuestas a pie de urna de NBC News, el 68% de los votantes opinaba que la economía «no esta tan buena/pobre». Tres cuartas partes de los votantes dijeron que la inflación había causado a su familia dificultades moderadas o graves. Un número similar dijo estar insatisfecho o enfadado con la marcha de las cosas en el país.

Harris, como era de esperar, perdió apoyo de todos estos grupos. En un año en que los ingresos familiares se están reduciendo a nada bajo el peso de la inflación y la continua ofensiva patronal post-COVID, Harris optó no ofrecer ninguna alternativa. Cuando se le dio la oportunidad de distanciarse de Biden, se negó a identificar una sola cosa que hubiera cambiado de los últimos cuatro años.

Aunque es muy común identificar la primera victoria electoral de Trump como el resultado de la ansiedad económica y ocultar el animo racista muy verdadero que sin duda motivó y sigue motivando a una parte central de sus partidarios, está claro que, hasta cierto punto, las elecciones de 2024 se perdieron principalmente por cuestiones económicas. En lugar de llevar a cabo una campaña centrada en las penurias muy reales causadas por la inflación y distanciarse de un titular históricamente impopular, acercó aún más a Biden y, en consecuencia, a la situación económica actual. Cuando la gente busca una alternativa y no se les ofrece ninguna, se van por otro lado.

No hay alternativa… en el Partido Demócrata

¿Intentó Kamala ofrecer una alternativa sólida a Trump? No. En este caso, volvió a fracasar a la hora de proporcionar una motivación seria para que los votantes se decantaran por ella.

¿Te preocupa el cambio climático? ¡Qué pena! Harris quiere más fracking. ¿Te preocupa la violenta retórica de Trump en torno a la inmigración y la deportación? ¡Mala suerte! Harris prometió aprobar la fracasada Ley Bipartidista de Fronteras para poner más policías en la frontera, crear un mecanismo para cerrar la frontera a las solicitudes de inmigración y asilo, y facilitar el proceso de deportación. En lugar de oponerse a la narrativa racista de Trump, la reforzó, posicionándose como la fiscal fronteriza responsable y experimentada que realmente podría conseguirlo.

También en materia de derechos de las personas trans, Harris volvió a ceder a las narrativas de la derecha. En lugar de contraatacar y defender con franqueza a nuestros hermanos y hermanas trans, lo mejor que Harris pudo ofrecer (en entrevista con Fox News) fue decir que «cumpliré la ley» y acusar a Trump de proporcionar también atención de afirmación de género a los presos durante su primer mandato. ¿Esto es lo mejor que puede ofrecer la supuesta «administración más pro-LGBTQ+»? Esto no es ninguna alternativa; es un retraso total frente a la retórica eliminacionista en torno a las personas trans.

Ante un Partido Republicano tan transfóbico y antiinmigrante, ¿qué prometió Harris a quienes se preocupan por estos temas? Prometió colaborar estrechamente con los republicanos, uniendo su bandera a gente como el verdugo neoconservador Dick Cheney y su hija, Liz, ex congresista estadounidense.

Y así, la campaña de Harris fue vista como partidaria de una frontera fuerte, más fracking, ni pío sobre los derechos trans, rechazar la asistencia médica universal gratuita, poner a republicanos en el gabinete, mantener el ejército «más letal» de la tierra y seguir armando y financiando el genocidio israelí en Gaza.

Esa última postura en particular podría haberla derrotada en Michigan. La campaña de Harris desperdició todas las oportunidades que podría haber tenido de ganar en relaciones públicas con los votantes árabes o musulmanes preocupados por el genocidio. Enviaron a Ritchie Torres -quizás uno de los congresistas sionistas más extremistas- a Michigan, junto con Bill Clinton, para regañar y sermonear a los que apoyan Palestina.

Mientras tanto, en la campaña electoral, Harris imitó a Biden, señalando de vez en cuando con el dedo a los israelíes y haciendo llamamientos sin amenaza concreta a un «alto el fuego», al tiempo que seguía abogando por armar a Israel hasta los dientes. Los demócratas -al igual que Trump y los republicanos- no están dispuestos a negar su apoyo al principal socio menor del imperialismo estadounidense en Oriente Próximo.

¿Por qué hizo tanto Harris para desmobilizar a su «base» y perder estas elecciones? La respuesta es sencilla. Todos nosotros -inmigrantes, afroamericanos, personas LGBTQ+ y la clase trabajadora- no somos su base. Nunca lo hemos sido. La base del Partido Demócrata, su base verdadera, es la misma que la del Partido Republicano. Se sientan juntos en los consejos de administración de las empresas, envían juntos a sus hijos a escuelas de élite enclaustradas y se benefician juntos de la guerra y el empobrecimiento.

Los liberales tenían razón al decir que «no había alternativa» en las elecciones. No ofrecieron ninguna, y por sus intereses de clase, los demócratas nunca podrían ofrecer una de forma seria. Pero lo que esto indica es que tenemos que mirar más allá de los límites del sistema capitalista y luchar por una alternativa política real que esté dirigida por y para los trabajadores.

Construir juntos el futuro

Para afrontar el momento, nosotros -socialistas, sindicalistas y la clase obrera en general- debemos construir nuestra propia alternativa. León Trotsky identificó el crecimiento del fascismo a principios del siglo XX como el resultado del fracaso del movimiento obrero a la hora de afrontar el momento de crisis capitalista. La democracia burguesa estaba en crisis, la oleada revolucionaria había terminado, los Partidos Comunistas estalinizados no consiguieron proporcionar un liderazgo político eficaz, por lo que la clase media especialmente, pero también algunos miembros de la clase obrera, recurrieron a las respuestas fáciles del fascismo. El ascenso de Trump ha sido acompañado por el avance de la política de la extrema derecha creciente en Estados Unidos. Este crecimiento se debe principalmente a los fracasos del Partido Demócrata -y de la burocracia obrera que hace de cola de los demócratas- a la hora de proporcionar algún tipo de alternativa a las crisis del capitalismo.

Para hacer frente a Trump, para luchar contra el crecimiento de la política reaccionaria, la clase obrera y los oprimidos necesitamos construir nuestra propia alternativa. Vimos un ejemplo de cómo responder a Trump en las protestas militantes de masas que se opusieron a la «prohibición de los musulmanes» en 2016. Pero el impulso político anti-Trump fue absorbido por las ONG liberales, que finalmente lo canalizaron hacia el Partido Demócrata. Debemos construir nuestras propias organizaciones, independientes de los demócratas, porque los Demócratas, a pesar de las disputas partidistas en época de elecciones, están unidos brazo con brazo con Trump y los republicanos en la gestión conjunta del capitalismo y el imperialismo estadounidenses.

Debemos luchar contra Trump y las políticas reaccionarias que con toda seguridad se avecinan, pero no debemos permitir que esa lucha sea absorvida por las mismas instituciones y líderes políticos que han creado las condiciones para el ascenso de Trump. Lo que necesitamos es un partido independiente de la clase obrera. Aprovechemos este momento para cohesionar las fuerzas que pueden construirlo y llevarlo a la victoria.

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