ANIVERSARIO DEL PST: Cincuenta años combatiendo por la construcción del partido de la revolución

Fue en las Fiestas Patrias (28 y 29 de julio) del año 1974, que un grupo de jóvenes militantes fundaron nuestro partido, el Partido Socialista de los Trabajadores (PST) en el Perú. Ahora queremos recordarlo haciendo un recorrido de nuestra historia y un breve balance de cara al objetivo que nos propusimos, poniendo por delante las tareas del presente. Lo hacemos como un mensaje abierto a la vanguardia de la clase trabajadora y a los hombres y mujeres que hoy luchan y sueñan por conquistar un mundo nuevo con el socialismo.

El PST se fundó con un programa para hacer la revolución socialista en el Perú, como parte de la lucha por la revolución mundial, mediante la conquista de un gobierno de los trabajadores. Cinco décadas después, aun cuando seguimos siendo un grupo, la profunda degradación social que viven los trabajadores y pobres mientras la burguesía se enriquece como jamás lo hizo, muestran que esa necesidad no solo sigue vigente sino que se ha hecho urgente para salvarnos y salvar a las mayorías de la barbarie capitalista.

En 50 años, hemos cometido infinidad de errores y hemos tenido –y tenemos– otras tantas debilidades que explican el hecho de que hoy, seamos un pequeño grupo militante. No es una justificación, pero basta recordar que llevamos sobre nuestras espaldas una tarea histórica, a la que sólo ha logrado responder correrctamente y con éxito el Partido Bolchevique dirigido por Lenin y Trotsky.

En este sentido podemos decir que, en una era donde lamentablemente se han perdido y pierden generaciones enteras para la revolución, y con poca gloria y mucho honor, hemos preservado para la clase obrera peruana la lucha por poner en pie un verdadero partido revolucionario. Por eso hoy el PST hoy es una realidad presente y uns herramienta de lucha por el poder para las nuevas generaciones de obreros, obreras y el pueblo pobre de nuestro país.

Nuestros orígenes

El PST se fundó en 1974 pero su historia y sus raíces se plantaron profunda y sólidamente mucho tiempo antes. Como muchos saben hacemos parte de la corriente histórica que continúa el legado del Partido Bolchevique que hizo la Revolución Rusa de 1917 y fundó la III Internacional y que fueron degeneradas por el stalinismo, de la corriente de la Cuarta Internacional fundada por León Trotsky que aún hoy sigue siendo la única promesa revolucionaria que tiene la humanidad.

La lucha de Trotsky contra el stalinismo se inició en 1925 y culminó con su vil asesinato por sicarios de Stalin en 1940, apenas fundada la Cuarta Internacional. Ubicado en las antípodas de la lucha de clases mundial, el marxismo aparece en Perú con José Carlos Mariátegui, a fines de los años 20 del siglo pasado, y los primeros peruanos que abrazan al trotskismo serán intelectuales que por aquellos años viajaban a Europa. Mariátegui muere en forma prematura en 1930 y el Partido Socialista que funda es también degenerado por el stalinismo y convertido (contra la postura que había sostenido expresamente el propio Mariátegui) en el Partido Comunista Peruano. Así, en aquellos años, la sola mención de Trotsky y del trotskismo era señalado como contrarrevolucionario y pasible de ser asesinado.

Es en este contexto que el año 1944, un grupo de obreros textiles, militantes de ese Partido Comunista, que dirigían una huelga del gremio textil, rompen con ese partido porque les había ordenado traicionar la huelga para apoyar al gobierno burgués y oligárquico de Manuel Prado, a quien, a la sazón, calificaba como el “Stalin peruano”, por su postura en la Segunda guerra mundial. Luego de su ruptura estos militantes formarían el Grupo Obrero Revolucionario (GOR), que con el tiempo abrazarían al trotskismo y a la Cuarta Internacional, dando inicio en el Perú a la batalla por la continuidad del auténtico marxismo revolucionario.

En 1948, el GOR se transformaría en Partido Obrero Revolucionario (POR) y hará parte de la formación del Secretariado Latinoamericano del Trotskismo Ortodoxo (SLATO), el primer esbozo de dirección revolucionaria continental donde destaca el dirigente argentino Nahuel Moreno, que con el tiempo se convertiría en la más importante figura del trotskismo Latinoamericano.

A inicios de los años 60 y bajo la dirección del SLATO, siendo aún un grupo el POR formará el Frente de Izquierda Revolucionario (FIR) sumando otras pequeñas agrupaciones. Lo hará con un plan audaz y decidido: llevar a cabo la revolución agraria en el Perú, como parte de su estrategia hacia la revolución socialista. El continente era sacudido por el triunfo de la Revolución Cubana y muchos buscaban seguir su ejemplo. Perú era entonces una sociedad predominantemente agraria con la propiedad de la tierra concentrada en un puñado de hacendados que explotaban a millones de campesinos con formas de trabajo servil. El FIR, con Hugo Blanco a la cabeza, hará realidad su plan desatando en el campo un proceso de sindicalización masiva con tomas de tierras, huelgas y enfrentamientos con hacendados y policías, incluso con autodefensa armada, que será aplacada por una cruenta represión que terminaría con el mismo Blanco, los líderes campesinos y casi toda la militancia del FIR en la cárcel.

Hicieron una auténtica revolución, que llenó de gloria y encumbró a nuestra corriente y a la figura del mismo Hugo Blanco en la escena internacional; su triunfo se consagrará el año 1969, cuando el gobierno militar de Velasco Alvarado de corte nacionalista, promulgó la Ley de reforma agraria que puso fin a las haciendas y entregó la tierra a los campesinos. Pero el partido quedaría destruido, no solo por la represión sino también por la cooptación de numerosos militantes por ese gobierno burgués.

La fundación del PST y los años 70 y 80

Los que años después fundan el PST serán un puñado de cuadros y militantes que vienen de aquel proceso; en su mayoría eran jóvenes, pero sus raíces ya eran grandes y profundas. La misma situación ya era otra.

El país vivía una nueva realidad marcada por el fracaso del modelo desarrollista y de sustitución de importaciones del gobierno militar de Velasco, y que daría inicio a otro proceso revolucionario, el más largo, intenso y con protagonismo obrero de la historia nacional. Contra los ajustes y la represión se suceden huelgas, paros y enfrentamientos, que tendrán su cúspide el 19 de Julio de 1977, con la realización de una huelga general con características semi insurreccionales, que logra poner fin a la dictadura militar obligándola a convocar a elecciones a una Asamblea Constituyente.

Fue en este periodo y ya nutrido de una nueva fuerza militante que el PST logra uno de sus mejores aciertos: junto a otras organizaciones (entre ellas el Partido Obrero Marxista Revolucionario – POMR de Ricardo Napurí que era organización más fuerte y adhería a otra corriente internacional), forma el Frente Obrero, Campesino, Estudiantil y Popular (FOCEP), como una opción independiente y de clase para participar en las elecciones a la Constituyente convocadas para mediados de 1978. En dicha elección el FOCEP obtendría cerca al 30% de la votación nacional, gana 12 bancadas en la Asamblea Constituyente y Hugo Blanco será el tercero más votado: fue un triunfo espectacular, considerando que veníamos de la nada comparado con los enormes aparatos de la izquierda stalinista, maoísta y centrista, que quedaron relegados.

Este éxito, sin embargo, durará poco. Pagaremos muy caro el costo de ser organizaciones pequeñas bajo una montaña de votos, en medio de la crisis de dirección de la Cuarta Internacional que nos privó de la posibilidad de aprovechar esta extraordinaria oportunidad para poner en pie un auténtico partido revolucionario que encaminara el proceso hacia la revolución. Como consecuencia de ella, Hugo Blanco rompe con el PST y el FOCEP, e inicia una deriva hacia el centrismo. El “retorno a la democracia”, que corrompió al conjunto de la izquierda estalinista y reformista, presionó a nuestra organización que, como respuesta, construyó el Frente electoral “Trabajadores al Poder” junto al POMR y al propio Hugo Blanco, pero ya en una dinámica de retroceso.

El espacio que deja el FOCEP será llenado por el stalinismo y el centrismo que unidos a sectores de la burguesía y con el respaldo de un inmenso aparato, formarán Izquierda Unida (IU), un típico “frente popular”. Así IU ocupará el espacio electoral de izquierda por una década, convirtiéndose en un fenómeno de masas, empujando al PST a la marginalidad, a pesar de la fusión con el sector del POMR que dirigía Ricardo Napurí, expulsado por la corriente internacional a la que ellos adherían tras una profunda crisis.

Este fenómeno, en particular el surgimiento del frente popular ocupando el inmenso espacio de la izquierda en una situación revolucionaria, tendría un impacto profundo sobre la lucha de clases. IU frenará el impulso revolucionario de masas para encasillarlo dentro del parlamentarismo burgués y recreando ilusiones en el régimen democrático recién reestablecido, con la agenda de ocupar cargos en el Estado y asumir el gobierno del país; en tanto, los sectores más radicalizados de la vanguardia, sobre todo provenientes del estudiantado, son atraídos por la “lucha armadfa” que iniciaba Sendero Luminoso (SL), al margen de las organizaciones de masas y en contra de ellas, aceptando una jefatura mesiánica de corte maoísta. Así, bajo la tenaza del inmenso aparato de IU que concilia con la burguesía y la subversión de SL con coches bomba, el ascenso se desgastará y en medio de una enorme confusión donde no se ve salidas, amplios sectores de masas elegirán a Alberto Fujimori en 1990.

Así se cerrará esta larga etapa revolucionaria. Ella tenía como única salida positiva el triunfo de la revolución socialista en el país, sentimiento manifestado claramente en la masiva votación por Hugo Blanco y las organizaciones trotskistas que encarnábamos dicho programa. La pérdida de la inmensa oportunidad que significó el FOCEP por la crisis de dirección de la Cuarta Internacional, representará también la pérdida de dicha posibilidad, dejando el camino abierto para una nueva traición histórica de los aparatos stalinistas y centristas, y de su aborto que significó SL.

Una nueva etapa

Fujimori abrirá una etapa de signo opuesto, dictatorial y neoliberal, que trajo una derrota histórica de la vanguardia del proletariado nacida al calor de la lucha contra la dictadura militar, y de las organizaciones revolucionarias y que se extendería por una década.

Fruto de una insurgencia democrática, el nuevo siglo se abrirá con la caída de la dictadura de Fujimori responsable de múltiples genocidios, corrupción y entrega del país y se volverá a restituir el sistema democrático parlamentario. El nuevo régimen configurado por la Constitución de 1993 será de democracia neocolonial y neoliberal, esto es un país cuya economía permanece atada al dominio imperialista y bajo un régimen autoritario; un régimen donde el Estado mantiene los rezagos racistas de la república aristocrática y colonial combinado con la nueva ideología neoliberal de la clase dominante.

Será bajo este régimen, con gobiernos de derecha (Alan García, PPK) e izquierda (Pedro Castillo) que se mantendrá por más de dos décadas la continuidad del modelo, protegido por un sistema represivo que se ceba contra toda resistencia y lucha, en especial de aquellas que se dirigen contra las corporaciones mineras devenidas en los nuevos dueños del Perú. Dicho régimen mostrará toda su esencia y carácter reaccionarios en múltiples ocasiones: en la pandemia, cuando empujó a la muerte a medio millón de trabajadores y pobres sin la mínima protección y seguridad médicas; en la generalizada corrupción que muestran la burguesía, sus partidos y el Estado; en la reacción que desataron contra la elección y el gobierno con apoyo indígena y popular de Pedro Castillo, y, sobre todo, en la represión genocida que desató contra la rebelión del sur andino, causando más medio centenar de víctimas por impactos de balas y cientos de heridos de gravedad. Todo, para preservar un régimen que se muestra más corrupto, más inepto y que cada día hunde más en la pobreza a las mayorías, mientras las corporaciones no paran de ganar.

En dos décadas de esta “democracia burguesa” las luchas han sido numerosas y radicales, como esta última que explotó abiertamente contra el régimen que no acepta un atisbo de reforma. Pero no lograron triunfar por una sola razón: la traición sistemática de todos los aparatos de izquierda y de la central sindical que controlan. Y esto porque, más que capitular al régimen esa “izquierda” en todas sus variantes se incorporó a él pretendiendo humanizarlo desde dentro ocupando cargos en el Estado y aspirando a hacer gobierno. Por eso su agenda no han sido las luchas sino ha sido y sigue siendo electoral.

Nuestro Partido y la clase obrera

En todo este periodo nuestro pequeño partido dio un combate por poner en pie una dirección alternativa; pero con los espacios más cerrados y con una fuerza mucho menor que en el pasado, tuvo serias dificultades para lograrlo.

Una de las características del nuevo modelo neoliberal es que produjo también la emergencia de un nuevo y numeroso proletariado, pero en su enorme mayoría informal, muy precario y extraordinariamente fragmentado, y por tanto con inmensas trabas para forjar su unidad y desarrollar sus organizaciones de clase y que solo se manifiestan en situaciones de explosión social. El sector obrero que apareció más concentrado en las nuevas actividades industriales y mineras, sí puso de manifiesto una actividad dinámica entre los años 2005 y 2020, y desató una ola de sindicalización y luchas fragmentarias muchas veces heroicas, que arrancaron pequeñas conquistas, asentaron pequeños sindicatos combativos y dio lugar a una vanguardia de luchadores.

Varios de esos luchadores antiburocráticos se acercaron a nosotros y realizamos experiencias extraordinarias construyendo espacios independientes que desempeñaron roles de dirección en luchas decisivas como la que logró derrotar la Ley Pulpín (que pretendía precarizar más las condiciones de trabajo) y la lucha contra los ceses colectivos. Pero esos luchadores no avanzaron a integrarse a nuestro partido, por lo que no pudimos dar el salto a construirnos como un polo de dirección alternativo que garantizara su avance. Al final, dicho proceso fue derrotado entre los golpes infligidos por la patronal y la propia burocracia, y con ella la clase obrera y nuestro partido sufrieron retroceso.

Tan claro fue este avance hacia la posibilidad de poner en pie una dirección alternativa que la burocracia de la CGTP emitió una resolución en una Asamblea Nacional el año 2015, donde declara al PST como “enemigo”, con el voto y complicidad de la mayoría de los agrupamientos autodenominados de izquierda. En su defensa, el PST se quedaría solo con el apoyo de los luchadores obreros, pero sin posibilidad de poder desafiar a la burocracia y sus amenazas.

La derrota de la rebelión del sur andino a inicios del año 2023, se consuma en particular por su aislamiento de la clase obrera urbana ahora bajo el control férreo de la burocracia y sin ninguna referencia importante que le pueda dar pelea desde su interior. Así se entretejió el nuevo manto reaccionario que estos días cubre al país.

La nueva situación 

De este modo, la continuidad de crisis de dirección revolucionaria ha parido una situación inédita en el país. Mientras se profundiza la crisis social en la que crecen de todos los índices de pobreza y se inflige golpes a la clase trabajadora, soportamos al régimen más odiado de nuestra historia y se pasean libres con aires de fiesta los asesinos de ayer y sus voceros más reaccionarios, sin que se vuelva a producir un nuevo alzamiento. Esas mismas direcciones traidoras se las ingenian ahora para canalizar este gigantesco descontento hacia la salida electoral del 2026, apuntalando sus propias candidaturas, pero haciéndole el juego a los planes de la reacción que se preparan para imponerse en ellas para extender su fiesta.

Lo claro y definitivo para nosotros y los sectores más conscientes es que no habrá salida para los trabajadores y mayorías pobres por esta vía: solo queda luchar retomando el camino que inició la sublevación del sur andino. Aun en medio de la estela gris que nos envuelve las luchas no han desaparecido ni por un minuto. Se sale a la lucha, por ejemplo, contra la ofensiva de la patronal minera que quiere poner en marcha proyectos que rechaza la población, como el de Tía María. Son luchas con un signo defensivo, en un contexto donde aún domina el cansancio, la angustia económica y la desconfianza en las direcciones, y sobre la cual ahora los traidores de siempre vuelven a sembrar las ilusiones electorales de siempre.

Aun pasando por la vía electoral, las luchas van a volver con más fuerza porque no hubo ni habrá solución con el régimen democrático burgués y el sistema capitalista, que deben ser derrotados con una revolución. Para que esto se produzca y sobre todo triunfe no basta la lucha decidida y con coraje sino se necesita una nueva dirección, una dirección revolucionaria como la que construye el PST, ligada y arrastrando a los sectores combativos de la clase obrera industrial. Por eso, toda nuestra energía seguirá siendo dedicada a construirnos en esos segmentos de la clase obrera, y en cada una de esas luchas que se producen, esforzándonos por convencer y ganar a los mejores activistas que emergen en ellas a sumarse a nuestras filas. Una nueva dirección para la revolución.

De cara al futuro

50 años después, el PST sigue firme y más que nunca haciendo la misma tarea. Es propio de revolucionarios retroceder y caernos, pero siempre nos levantamos para continuar nuestro camino. Nadie la tuvo fácil, ni Marx, ni Lenin, ni Rosa Luxemburgo ni Trotsky, que son nuestro ejemplo en todo sentido. Por eso somos y forjamos cuadros comprometidos con esta tarea revolucionaria a la que dedicamos nuestras vidas.

Desde un ángulo más crítico podemos decir que cometimos errores que han impedido o frenado nuestro desarrollo. Seguramente: nuestro largo camino está sembrado de errores de diverso tipo y no nos avergüenza aceptarlos, porque también en eso somos revolucionarios. Pero esencialmente reconocemos que acusamos mucha debilidad para la inmensa tarea que nos colocamos sobre los hombros.

No obstante, si algo debemos destacar para explicar nuestra perseverancia y fe en nuestro proyecto revolucionario, han sido dos razones fundamentales: nuestra ubicación en la clase obrera y nuestra lucha por la Internacional. Nuestro programa es para que la clase obrera la lleve a cabo y por eso jamás nos desligamos de ella, ni el PST ni nuestros predecesores. Hemos estado con ella pese a todas sus limitaciones y a nuestras propias limitaciones, en las buenas y en las malas, y eso nos dio coherencia y estabilidad, aunque hizo y hace más largo el camino.

De otro lado, nacimos y nos formamos como militantes internacionalistas, y también en eso perseveramos siempre. Por encima nuestro siempre estuvo y estará la construcción de la Internacional, concentrando nuestros principales esfuerzos y recursos, porque ante todo la lucha de clases es mundial y no hay forma de hacer la revolución socialista en un país sin esa dirección y organización internacional. Por ello, 50 años después, celebramos ser parte de la Liga Internacional de los Trabajadores, LIT-CI, la corriente revolucionaria que en Latinoamérica hereda la batalla que iniciáramos con el SLATO.

La LIT-CI hoy agrupa a partidos y militantes de varios países del mundo, y a militantes y cuadros de una trayectoria revolucionaria ejemplar que la ubica como una auténtica alternativa de dirección revolucionaria internacional.

Sin embargo, también hay que reconocerlo, nada de lo dicho nos hizo invulnerables y los problemas de la construcción de nuestro partido y de nuestra propia Internacional han sido permanentes. Estos problemas nos trajeron crisis, rupturas y alejamiento de muchos camaradas; aun hoy. Se trata siempre de discusiones en torno a los análisis y respuestas que damos a la realidad, de actualizar nuestras políticas, teorías y programa antes los cambios en la lucha de clases. Estos cambios han sido considerables en los últimos 40 años, luego de la caída de la ex URSS y el llamado campo socialista, y eso trajo discusiones permanentes en nuestro interior. Por eso para el PST, para entender y orientarnos correctamente para nuestro propósito de construirnos como alternativa de dirección revolucionaria, debemos continuar haciendo parte de todas estas discusiones y batallas, aportando nuestro propio grano de arena.

¿Qué aportamos o podemos aportar en todo esto? En la ruptura que afectó a nuestra internacional y a nuestro partido en 1992, defendimos al partido y a la internacional de todo ataque fraccionalista y de su preservación como organizaciones revolucionarias democráticas y centralizadas. Por esa batalla principista seguimos vigentes, mientras los fraccionalistas casi han desaparecido.

Asimismo, en la época neoliberal del “vale todo” que normalizó la degeneración moral de cuadros y dirigentes, el PST respondió esforzándose por ser leal a la mejor tradición revolucionaria castigando severamente las faltas morales de nuestros militantes y sobre todo de dirigentes, aun a costa de sus alejamientos; porque somos convencidos de que no hay forma de burlar o engañar a nuestro programa y principios sin pagar su alto precio. Por eso, seguimos aquí.

Luego de 50 años podemos decir entonces, con mucho honor, que en medio de grandes cambios mundiales, cuando grandes sectores de la izquierda se han adaptado y adaptan al orden capitalista ejerciendo inmensas presiones de diferente tipo sobre nuestras filas, hemos preservado nuestra organización haciendo parte de las luchas, principalmente de la clase obrera, para construirnos como dirección alternativa, al mismo tiempo que hemos dado y damos batalla por la construcción de nuestra Internacional, la LIT-CI, como alternativa de dirección revolucionaria mundial, preservando lo esencial de nuestra trayectoria revolucionaria y el ejemplo de nuestros maestros, de quienes nos sentimos profundamente orgullosos.

In memoriam

Por esto, al celebrar los 50 años de nuestra existencia, no podemos dejar de recordar a los camaradas que forjaron nuestras raíces. Especialmente a Nahuel Moreno, que tuvo presencia activa y directa en la construcción de nuestro partido e inspiró el plan para la revolución peruana, y que sigue siendo el referente fundamental de nuestro combate. A Hugo Blanco Galdós, que vivió su época más gloriosa como dirigente revolucionario, en las filas de nuestra corriente y en la de nuestro partido. A Félix “Mocho” Zevallos, el dirigente textil que fundó el trotskismo obrero en el Perú y fue miembro del SLATO. Y a Francisco Montes Paredes, fundador de nuestro partido.

En esta hora, también rendimos homenaje a los camaradas que dejaron su vida militando en nuestras filas: al dirigente minero Santos Dávila Bravo, dirigente obrero de nuestro partido; a Lucio La Torre militante obrero de toda la vida, a Carmen Bardales, militante obrera de D’onofrio; al líder de la lucha de los pueblos amazónicos José Sicchar Valdéz. Y especialmente a nuestra camarada Noemí Benito Di Lorenzo, argentina ejemplo de militante internacionalista, fallecida recientemente.

Y queremos agradecer y extender un abrazo cariñoso, a ex camaradas y ahora amigos que se encuentran retirados por razones de edad como Ricardo Napurí, una enorme personalidad que aportó y dio mucho brillo a nuestro partido durante una época y que fue clave para la continuidad del PST; y a la figura de Magda Benavides, ejemplar dirigente sindical bancaria, luchadora por los derechos de la mujer y ex figura de nuestro partido.

Con esta inmensa herencia de hombres y mujeres que dedicaron su esfuerzos y vidas construyendo nuestro partido, y de cara a la nueva etapa que nos toca vivir, la militancia y los cuadros del PST, al cumplir 50 años de combate indesmayable, reafirmamos ante la clase obrera y los luchadores y luchadoras con los puños alzados y bien en alto, nuestro compromiso de continuar la batalla por la construcción del partido, estrechamente ligado a nuestra Internacional, para hacer posible el triunfo de la revolución socialista en nuestro país.

¡Viva el PST!

¡Viva la LIT-CI!

¡Hasta el socialismo, siempre!

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