Los trabajadores ante el gobierno de Castillo

Presidente Castillo, junto a titular del BCR, Velarde; y el Ministro de Economía, Francke. (foto:@PedroCastilloTe)

En un reciente pronunciamiento la CGTP dice: “Caracterizamos al actual como un gobierno popular que se propone un nuevo modelo económico, político y social”, y en esa línea le ofrece el “respaldo de los trabajadores”.

En otro pronunciamiento la Federación Textil es más enfático y manifiesta su “decidido apoyo al gobierno del pueblo”.

De acuerdo a ambos gremios – y de otros dirigentes que opinan lo mismo—el de Castillo sería “nuestro” gobierno al que habría que sostener y apoyar porque de él se desprenderán las soluciones que todos anhelamos, y por las que solo debemos “esperar”. Por eso también no llaman a luchar.

Esto implica un cambio de situación. Antes siempre luchamos unidos contra el gobierno de turno que encarnaba los intereses patronales, aunque en esas luchas la CGTP se comportara de manera mediatizada, pero ahora no porque el gobierno de Castillo sería “nuestro”. ¿Cómo queda la lucha por los derechos y reivindicaciones? ¿Se postergan a la espera de que el gobierno los atienda algún día?

Es claro que estamos ante una situación donde la CGTP (y algunas direcciones de la “izquierda”) rehúyen a su responsabilidad de velar por los intereses obreros y populares para colocarse del lado de la autoridad que ahora consideran “suyo”.  Tenemos problemas graves que sería ocioso repetirlos aquí, y ahora se acrecientan (alza en los precios de las subsistencias, devaluación que deprecia los salarios), pero la CGTP no hace nada.

El gobierno de Castillo es sin duda producto de la voluntad popular que lo eligió por sus promesas de cambio y lo hizo derrotando la férrea oposición de la patronal y sus partidos. Por eso es natural que las bases simpaticen con él y sean generosos con sus desaciertos, más cuando perciben que el bando patronal y sus poderosos medios no dejan de atacarlo, lo que produce una comprensible solidaridad e identificación con él.

Esta actitud de simpatía y espera de las bases es legítima y comprensible. En cambio, el apoyo de los dirigentes de la central se hace desde la integración al Gobierno de sus partidos y desde sus cargos como ministros o funcionarios por lo que deben defender su gestión. Mientras los trabajadores siguen siendo trabajadores con reivindicaciones que defender, ellos ahora forman parte del Estado ante quien se canalizan los reclamos.

Por supuesto, para vendernos el cuento completo la central se empeña en presentarnos al Gobierno como “popular”, o si se quiere “obrero”. Pero no vemos ninguna organización popular que esté gobernando ni siendo consultada, y menos vemos a organismos obreros participando y tomando decisiones. Quien gobierna es Castillo, Perú Libre, Juntos por el Perú, Conare y sus aliados; son ellos los que toman decisiones y son los únicos responsables, no el pueblo ni los trabajadores que solo los votaron.

El de Castillo es un gobierno de la izquierda reformista surgida por el voto con la promesa cambios, nada más. Pero su promesa es una cosa y otra cosa es lo que hace. Ellos no han convocado a los trabajadores y al pueblo a movilizarse para cambiar al país sino al contrario los han llamado a la tranquilidad, postergan la realización de sus promesas y dejan correr la ofensiva del sector patronal. De este modo, en la segunda vuelta lograron “moderar” a Castillo. Ahora lo obligan a no realizar ningún cambio y van por su cabeza.

En su mensaje de 28 de julio Castillo ni siquiera mencionó los trabajadores (sólo habló y atendió reclamos de los profesores), es decir nada menos que a los que generan toda la riqueza y que son los más maltratados; pero si le ofreció “seguridad” a los empresarios.  También, a solicitud de los empresarios Castillo colocó a Pedro Francke en el MEF con el manifiesto compromiso de mantener la continuidad del modelo económico, y ahora ratifica a Julio Velarde en el BCR junto a una corte de altos funcionarios que administran la economía, ratificando así que todo seguirá igual.

Sin embargo, nada de esto tranquiliza a la burguesía que busca librarse de Castillo y reemplazarlo por un gobierno colocado por ella. Pero ya entre sus chantajes y la propia debilidad del gobierno lo está llevando a la deriva. Así, los 15 primeros días del gobierno –¡15!–  son un absoluto desastre que causa desconcierto en sectores obreros y populares que, a la sazón, nada tienen que celebrar porque no le concedió nada.

Lo que sucede y vaya a suceder es exclusiva responsabilidad de Castillo y de los que lo acompañan desde la “izquierda” y la central. Así, ¿cómo esperar que Castillo cumpla sus promesas? ¿Cómo cree la CGTP que Castillo cambiará el “modelo” por uno más justo? No hay ninguna coherencia entre lo que se prometió y lo que se hace. Por este motivo que los trabajadores no tienen por qué asumir ninguna responsabilidad por el Gobierno.

Desde las direcciones no se llaman a luchar porque dicen la “derecha ataca”. Sucede lo contrario: no luchamos y la derecha se apodera cada vez más de las calles y arrincona a Castillo. La única forma de derrotar a la derecha es que salgamos a luchar todos unidos, y eso solo es posible haciéndolo detrás de nuestros propios objetivos y reivindicaciones. Si no lo hacemos, la derecha recuperará el gobierno, y no solo descargará todo su odio contra Castillo y sus huestes sino sobre todo contra los trabajadores.

Además, en los trabajadores –y en el PST—no hay duda en salir a las calles en unidad de acción para enfrentar las amenazas golpistas, como hicimos cuando quisieron impedir su triunfo electoral.

¿Qué hacer?

El avance de la derecha no solo se da sobre el gobierno sino se viene dando en las fábricas. Los pliegos de muchos otros sindicatos no son atendidos pretextando la “crisis” y culpando al gobierno, y como respuestas se realizan plantones en Industrias del Envase, huelga en Leche Gloria y Celima prepara un paro.

Si es correcto que estos sindicatos luchen por sus demandas, con más razón debe ser que lo hagan todos unidos por las reivindicaciones comunes que de una vez traiga las soluciones más importantes que reclaman los trabajadores: aumento general, fin de los ceses colectivos y de las suspensiones. Es necesario hacerlo ahora.

Las elecciones pusieron en mesa la urgencia de atender las demandas sociales y el gobierno asumió con ese encargo. Pero ellas no van a atenderse si no actuamos presionando sobre el gobierno que a su vez retrocede ante el cargamontón del sector patronal. El “apoyo” que compromete la CGTP y las direcciones de “izquierda” significa en éstas horas que les dan la espalda a las luchas de los trabajadores y que le regalan toda la iniciativa de ataque a la derecha.

Ante la parálisis y la colaboración con el gobierno que es el camino seguro al fracaso y a nuevas desilusiones, tenemos un único y verdadero camino: afirmar nuestra independencia de clase y organizar ya la lucha unida para exigirle al gobierno las soluciones que todos esperamos y por las que votamos, y en esa ruta frenar y derrotar a la derecha reaccionaria.

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