Por Víctor Montes
Como hemos escrito anteriormente, la demanda de Asamblea Constituyente (AC) se ha transformado, en el país, en la expresión genuina del anhelo de cambio del pueblo pobre. Esto se vio con particular claridad en la lucha de principio de año, encabezada por las poblaciones del sur, convirtiéndose en una de las consignas centrales de la lucha.
Dos caras de una misma consigna
Con la demanda de AC, los pueblos han manifestado su deseo de echar abajo la democracia corrupta que vivimos. Esto es, una democracia donde no importa quien gane, una y otra vez, termina imponiéndose el interés del gran capital, que deja el paso libre al saqueo de nuestros recursos, y desprotege a los trabajadores y trabajadoras del país. Todo en nombre del libre mercado.
Por eso, además de cambiar las instituciones del Estado, la demanda de AC busca también cambiar las reglas del juego para pasar a recuperar los recursos naturales, y lograr un cambio en el rol económico del Estado, actualmente absolutamente entregado a los intereses transnacionales.
En ese mismo sentido, existen sectores de la clase trabajadora urbana, y del proletariado rural, que han entendido que la constitución de la dictadura fujimorista, impuesta en 1993 y aún vigente, es el candado que asegura las condiciones de explotación y miseria en la que viven. Esos sectores también abogan por una nueva constitución, nacida de una AC.
Sin embargo, existe otro sector que levanta la misma demanda en un sentido distinto: la izquierda reformista. Estas organizaciones y personajes (Nuevo Perú, el Partido Comunista, Patria Roja, Perú Libre, Sigrid Bazán, Isabel Cortez, el Bloque magisterial, etc.) , adictos a las elecciones, hacen campaña consciente para que el pueblo pobre piense que la AC es la solución de fondo a todos los males del país.
Es decir, para que pongan sus expectativas -nuevamente- en las elecciones, y no en su propia lucha y movilización.
Medias verdades…
Desde el marxismo, y nuestra postura, la demanda de Asamblea Constituyente juega un papel progresivo en tanto es expresión del hartazgo popular con la realidad que vivimos, propiciando su movilización contra el gobierno y el régimen democrático podrido y sometido al imperialismo que impera en el país. Por eso hace parte de nuestro programa de demandas.
La clave, para nosotros, es que dicha demanda está supeditada a la estrategia de poder que levantamos para el conjunto del país: la toma del poder por parte de las organizaciones obreras y populares. Es decir, la conquista de un gobierno obrero, campesinos y de las nacionalidades oprimidas (quechua, aymara, asháninka, shipiba, etc…) que decida en forma soberana, y sin la participación de las grandes empresas, el destino del país.
Por eso, cuando pensamos en AC, de inmediato agregamos: AC para nacionalizar las minas, el gas y el petróleo. AC para devolver las tierras y territorios, hoy en manos de mineras, petroleras y forestales, a las comunidades nativas y campesinas. AC, para garantizar el derecho libre de sindicalización y huelga. AC, para que todo cargo público gane lo mismo que un maestro o maestra de escuela pública. etc.
Es en esa discusión y permanente movilización por la conquista de la AC, que esperamos que la lucha se desarrolle hacia la toma del poder.
Sin embargo, no podemos dejar de decir que las expectativas que los sectores del interior y la propia clase obrera tienen en la AC expresan, como escribimos en otra oportunidad, “…la confianza que esos mismos sectores tienen en las instituciones de la democracia patronal, a la que nunca han accedido plenamente, y por tanto, mantienen la esperanza de llegar a solucionar sus más sentidos problemas por su concurso.”
Es esta expectativa la que alimentan los partidos y grupos que se hacen llamar “de izquierda” para desviar la movilización obrera y popular.
Entonces… ¿Qué papel tiene la AC hoy?
En tal sentido, reiteramos el lugar que esta consigna tiene para nosotros, que construimos un partido obrero, marxista y revolucionario en el país: justo anhelo del pueblo pobre y trabajador, e impulso de la movilización.
Y es por eso, retomando lo que ya hemos dicho, que “…resulta clave que el movimiento obrero, en tanto avanza en su politización y retoma el camino de la movilización… tome en sus manos esta bandera (la AC) de manera combativa y consecuente.
En la coyuntura que vivimos, la demanda de AC se transforma en una bisagra capaz de articular las reivindicaciones del campo y la ciudad unificándolas contra el gobierno asesino de Boluarte y el Congreso….”
Y añadimos. Esa bisagra debe ayudarnos a forjar lazos de lucha y confianza entre los sectores del campo y del interior, con la vanguardia obrera combativa. En la lucha, debemos desarrollar el debate profundo de la necesidad de poner esa AC al servicio de romper los lazos que atan al país al imperialismo, recuperando los recursos naturales y la tierra. Mejorar de manera real las condiciones de vida del pueblo pobre, y romper los privilegios de la costra podrida y corrupta que administra el Estado.
Y por lo mismo, explicar nuevamente que solo un gobierno del pueblo pobre y trabajador, de sus organizaciones de lucha, en alianza con las organizaciones combativas del campo y las nacionalidades oprimidas, sin patrones ni sus partidos, podrán defender y hacer realidad esas medidas y, por tanto, que es la única salida de fondo a los problemas que nos aquejan.