En estas horas, entre los trabajadores casi no se discute el voto por Pedro Castillo, pero lo que sí debemos discutir es la necesidad de mantener nuestra independencia política y organizativa.
Muchos dirigentes y activistas se incorporaron a la campaña de Castillo de diversas maneras, tratando de contribuir activamente a su victoria, como esperanza de cambio y ante el cargamontón y los infames ataques del fujimorismo, los empresarios y grandes medios que ven amenazados sus intereses.
Pero grandes gremios como la CGTP, la Federación Minera y Construcción Civil, van más lejos: suscriben acuerdos y compromisos que hipotecan la independencia política de los trabajadores y sus organismos, y, por esa vía, en la práctica renuncian a la lucha en defensa de los intereses obreros.
Con dichos acuerdos, estos gremios pretenden comprometer a Castillo a respetar, en su eventual gobierno, los derechos laborales y que reconozca otros.
Pero llamamos la atención sobre la forma mediada como plantean la defensa de estos derechos. Piden que la suspensión perfecta y los ceses colectivos sean “regulados” o que no sean “indiscriminados”; es decir no plantean su nulidad. Para los trabajadores toda suspensión perfecta y cese colectivo que roba el salario y el derecho elemental al trabajo es injusto y debe prohibirse. Más aún ahora que dichas medidas se extienden y llegan al cierre de empresas. Los trabajadores no tenemos por qué pagar la crisis y deben hacerlo los patrones, y si no aceptan debemos demandar la nacionalización de sus empresas bajo control de los trabajadores, como única forma de resguardar la fuente de nuestra existencia y de nuestras familias. Los derechos no se retacean, se defienden.
Respeto a la “propiedad” empresarial
Además de esta postura se reconoce a los capitalistas su “derecho” a realizar negocios y a explotar y generar riqueza con el trabajo obrero.
El documento que suscribe la Federación Minera (punto 5) dice, por ejemplo, que la contribución y fiscalización tributaria del Estado a las empresas debe hacerse “respetando siempre la propiedad”. La “propiedad” de las grandes minas es fuente del gigantesco saqueo del país, de la sobreexplotación obrera en el sector y de la extrema pobreza de las comunidades aledañas, y por eso un gran sector votó por Castillo porque planteó la nacionalización de la gran minería, energía y el gas; y por eso mismo los empresarios lo atacan con furia.
La Federación, ¿en lugar de defender la “propiedad” de las grandes mineras no debería estar a favor de esta propuesta nacionalista? La historia de la clase obrera ha sido colocarse siempre del lado de las causas nacionales, incluso como vía para proteger sus propios derechos, pero la Federación se bandea para el otro lado en esta aspiración fundamental.
Lo mismo sucede en el acuerdo suscrito por la Federación de Construcción Civil. Pronunciándose a favor de la reactivación del sector, la Federación les dice a los empresarios: “El Estado será su aliado”: aliado para promover inversiones, contrataciones y para reducir los trámites. Pero, son esos mismos empresarios los que poseen inmensas inmobiliarias y terrenos con los que lucran, mientras millones no tienen un techo donde vivir, entre ellos muchos obreros de construcción civil, y como lo vemos en las ocupaciones de tierra que se producen en Chorrillos. Pero el gremio de Construcción, en lugar de hablar de estas necesidades demanda más beneficios para los empresarios.
“Defensa de la democracia y gobernabilidad”
En esta misma línea, estos dirigentes van más lejos cuando llaman a luchar por la “defensa de la democracia y la gobernabilidad”, como el llamado que hace la central para la marcha del jueves 20 de mayo.
Es cierto: hay que luchar y movilizarnos contra los ataques a Castillo, contra las mentiras, calumnias y amenazas que nos alcanzan a todos los luchadores, y, por supuesto, rechazar cualquier intento de golpe, contra el cual los socialistas seremos los primeros en salirle al paso. Esto significa que luchamos por defender los derechos y las libertades. Pero la CGTP plantea “defender la democracia y la gobernabilidad”, es decir defender al régimen que odiamos.
Hoy, la “democracia y gobernabilidad” es de los patrones y está al servicio de su corrupción, de los abusos y sobreexplotación de los trabajadores. Por eso defienden su continuidad con Fujimori, mientras los sectores populares la cuestionan y piden cambios. Además, defender la “gobernabilidad” hoy es defender a Sagasti, al responsable de las políticas que nos afectan, y por eso no es casual que la central guarde total silencio sobre el Gobierno.
De este modo, la central en realidad le hace seguidismo a toda la proclama burguesa en favor de la “democracia y las instituciones, con lo que se ata las manos al igual que Castillo para luchar por los cambios que reclaman los trabajadores y las mayorías.
¿Patrones democráticos?
En el fondo de todo esto hay el intento de estos dirigentes –y de Castillo– de establecer una alianza con la burguesía que llaman democrática y patriótica para que apoye su gobierno bajo la forma de un frente de obreros y empresarios, o frente popular, con el pretexto de enfrentar a los fascistas. De aquí se desprenden las políticas antes mencionadas: no hay que tocar sus “propiedades” sino promover sus negocios, y hay que “regular” los derechos laborales y no defenderlos plenamente.
Pero esos llamados empresarios democráticos y patriotas no existen y hoy todos aparecen al lado de Fujimori y contra Castillo, y estarán más firme con Fujimori si gana y contra Castillo si pierde. Pero es un cuento que sirve para maniatar a los trabajadores mientras dejan las manos libres a la burguesía para que siga atacando.
Independencia política
Aún no ha sido elegido Castillo y ya vemos cómo la reacción empresarial afecta la economía produciendo devaluación, alzas de precios y más desempleo, y después de la elección de Castillo esa reacción será peor.
Con esas políticas colaboracionistas es absolutamente claro que no hay ni habrá forma de defendernos de estos ataques empresariales, de los despidos, ceses, suspensiones y otros que van a continuar, gane quien gane las elecciones.
De aquí se deduce la imprescindible necesidad de defender nuestra independencia política y organizativa como clase. Votar por Castillo sí, pero no firmar acuerdos que hipotecan nuestra independencia y nuestras aspiraciones y prepararnos para salir a luchar. No es casual que la larga experiencia histórica de la clase obrera haya legado esta enseñanza como la única garantía para la defensa de sus intereses de clase.