Salud: Colapsada desde antes del Covid-19

Por Mauricio Meca

Médicos con bolsas de plástico atendiendo durante la emergencia, hospitales sin balón de oxígeno, muertos en los pasillos de los nosocomios, personas que mueren en casa o en una cochera del hospital esperando ser atendidos y peor aun esperando se desocupe un respirador artificial, este es el escenario nacional que por medio de las redes sociales se denuncia a diario; pero para el ministro de salud, Zamora, no hay un colapso mientras puedan mover una cama.

En contraste a la realidad de los hospitales nacionales, el sector privado tiene pruebas moleculares y rápidas que están costando S/. 569 y 160 respectivamente y disponen de camas UCI muy bien implementadas para un internamiento, solo que para salvar la vida una persona asegurada tiene que desembolsar S/. 60 mil ($17,5 mil) en promedio.

En medio de la crisis sanitaria, los consorcios de la salud siguen lucrando, mientras continúen gobernando los ineptos y los defensores de los intereses privados, nos conducirán a la muerte y aun falso dilema, salvar la economía o la vida.

  1. ¿Por qué hace agua el plan contra el covid-19?

Déficit en infraestructura: de plano entramos a esta pandemia con un sistema de salud en crisis. Esto como consecuencia de 30 años de una política que gradualmente a privatizado la salud, la cual se ha expresado básicamente en dos aspectos; primero, la decisión política de desfinanciar la sanidad que ha impedido tener condiciones óptimas de atención; segundo, servida la mesa y con el viejo cuento de “aliviar al saturado seguro social”, crearon el marco legal para que grandes corporaciones empresariales (Credicorp, Breca, Intercorp, etc) puedan intervenir en la salud, adueñarse de todos los eslabones de la cadena de salud desde aseguradoras, clínicas, farmacias convirtiéndose así en oligopolios que fijan precios y los elevan a su antojo sin ningún control del Estado. De esta forma se han llenado los bolsillos con la salud del pueblo.

Cuarentena tardía e inefectiva: Este gobierno demoró 10 días desde la aparición del caso 1 para decretar la cuarentena y el cierre de las fronteras, para ese momento ya habían 71 casos (16/03). Al igual que otros presidentes de la región, para Vizcarra peso más la operatividad de los negocios capitalistas antes que la salud, la diferencia es que en tierra de ciegos el tuerto es rey, al lado de Bolsonaro y otros impresentables Vizcarra es un grandioso presidente. Pero a pesar de llevar la delantera en la región, las condiciones sociales de la población, la extrema pobreza, la informalidad laboral, la limitación de acceso al agua, el hacinamiento de las viviendas y de centros de abastos, entre otros factores han hecho que a la actualidad seamos el 3er país de la región con más infectados. Ni los ridículos bonos, ni las botas militares lograron contener la miseria estructural (económica y cultural) que acumula décadas.

Faltan de pruebas rápidas y moleculares: otra recomendación fundamental de la OMS para controlar la pandemia era la aplicación masiva de pruebas, principalmente las moleculares por la precisión en el diagnóstico. Sin esta medida no era posible diagnosticar, aislar y dar un tratamiento eficiente a la población. Si bien las leyes del capitalismo provocaron una serie de problemas como la elevación de los precios por ser un bien escaso y demandado por otras naciones, las confiscaciones en puertos y aeropuertos por parte otros gobiernos y retrasos en la llegada de las pruebas; la política de Vizcarra ha facilitado una vez más la intervención de las empresas que ven como un negocio la salud, ahí tenemos la inversión de Intercorp (dueños de del 90% de cadenas de farmacias) para crear pruebas moleculares a una escala insuficiente, y también ha dejado que el sector privado (135 empresas) importen pruebas de dudosa calidad y que cobren lo que se les de la gana. Si eso no fuera poco el gobierno adquirió 700 mil pruebas rápidas a Orient Gene Biotech, la cual no cuenta con certificado del gobierno chino, es decir tenemos pruebas que pueden dar falsos negativos con un sobrecosto por la corrupción. El gobierno ante la carencia nunca decretó la reconversión de empresas industriales para producir pruebas a gran escala.

Faltan camas UCI: cuando observamos que mueren las personas en las pasillos por que no acceden a una cama UCI (cama multipropósitos, monitor de funciones vitales, ventilador mecánico y un aspirador de secreciones) es evidente que hay un déficit.

Hace casi un mes el médico intensivista, Jesús Valverde, presidente de la Sociedad Peruana de Medicina Intensiva (SOPEMI), quien se encuentra en la primera línea en el Hospital Dos de Mayo, señalaba que a nivel nacional (Minsa, Essalud, FF.AA. y clínicas) existían 820 camas UCI y que el 80% estaban ocupadas por pacientes que no presentaban COVID-19 por lo que camas disponibles eran tan solo 164. Sobre las 504 camas UCI que se jactaba el gobierno de haber implementado para uso exclusivo de COVID, Valverde era incrédulo, pues mencionaba que los hospitales emblemáticos en Lima tenían 12 o 15 camas nuevas como máximo, y si a esta cifra esto se le sumaba las 164 camas disponibles desconfiaba en que llegarían a la cifra de 504.

El cuadro es similar al de los test, el precio de los ventiladores se disparó ($ 15 mil – 70 mil) y el lote de 500 ventiladores que compro el gobierno para llegar a la meta de 1000 camas UCI aún no llega, mientras tanto la población sigue muriendo.

Falta personal médico calificado: Zamora dice ahora que ya hay casi mil camas UCI, pero el problema más grave como señalaba Valverde, es la ausencia de personal calificado para atender una unidad de UCI. En cada unidad UCI con 6 pacientes, se necesita de un medico intensivista, tres enfermeras y dos técnicos en enfermería y solo hay 700 médicos intensivistas y debería haber 1400 como mínimo a nivel nacional. Reveló que la mayoría del personal de UCI trabajan en dos lugares para suplir la falta de recursos humanos que hay en el sistema de salud y que esto es un peligro pues no pueden controlar que, ante un posible personal UCI infectado, lleven el virus de un hospital a otro, a la vez señalaba que no les aplican pruebas rápidas para evitar el riesgo. De qué sirve tener 100 camas UCI en el Hospital de Ate si por falta de personal solo pueden están operativas 20.

Para remate, abundan las denuncias del personal médico por falta de equipos de bioseguridad y de las pésimas condiciones laborales como los contratos CAS, donde no tienen seguro de vida, ni vacaciones, CTS, etc.

Qué se espera para derogar esos precarios regímenes laborales, pero si es operativo para aplicar la suspensión perfecta de labores a favor del empresariado.

No se financia la emergencia: Estos enormes problemas tienen un problema de fondo, la plata. No es posible que el gobierno no destine cuantiosos recursos para financiar la emergencia sanitaria, no es posible que se engañe al pueblo haciendo creer que ya hizo bastante, cuando el gobierno reasigna presupuesto mientras endeuda al país para salvar a las empresas. La misma política de austeridad que se aplica hace 30 años y que nos ha llevado a esta situación de calamidad. Finalmente la factura la pagamos la clase trabajadora con nuestras vidas.

2. La crisis de la salud también es responsabilidad de Vizcarra

Como vemos, las medidas del gobierno de Vizcarra en materia de salud, al igual que una cañería rota, hace agua; sin embargo son éstas medidas, sumado a la demagogia del gobierno, el marketing político de los medios, y el respaldo de la izquierda reformista (nuevo Perú y Frente Amplio) lo que le ha permitido elevar su popularidad. Una red de engaños que ha colocado al gobierno como un gran general en la guerra contra el covid19 y que al mismo tiempo voltea la tortilla y señala como culpable a la “gente”, a su hambre, a su hacinamiento, a su miseria cultural como principal causa de la expansión del virus. Pero la demagogia tiene un límite, cuando la verdad ya no puede maquillarse el gobierno ya no dice esta boca es mía.

Recordemos que el Vizcarra tiene ya dos años en el puesto y por tanto ha decidido dos presupuestos públicos, el último representa el 2,2% del PBI cuando la recomendación de la OMS es destinar el 6%. Pero como dijimos antes la privatización de la salud, no solo es desfinanciarla, también es profundizar el marco legal para que los empresarios lucren con la salud, ahí tenemos que la gran meta del Ministerio de Salud de aquí a 4 años es que el 70% de los Hospitales que están bajo su cargo en Lima Metropolitana sean operados por el sector privado de acuerdo a la normativa de las Asociaciones Publico Privadas (APP) bajo las modalidades de bata blanca, verde y gris, a la que diversos gremios de salud se oponen por precarizar su empleo. Esta legalidad, las APP, así como la relacionada a las Entidades Prestadoras de Salud (EPS), es intocable para el gobierno, actúa como un gendarme en defensa de los intereses patronales.

Esa actitud es más criminal en estos momentos porque los dueños de la salud en el país siguen lucrando durante la crisis, y porque en lugar de utilizar su infraestructura para atender a quienes lo necesitan, permite que solo se salven los que pueden costearse un tratamiento en las clínicas.

3. ¿Hay otra salida?

Sí hay salida, sí se puede salvar la economía y la salud de la población por eso la discusión en realidad es cuál de las clases pagará el costo de ello. La condición para ello es reconocer quienes son nuestros enemigos y los culpables de los miles de muertos que a diario pone la clase trabajadora, quitarle la careta a este gobierno genocida que salvaguarda la vida y los negocios de los capitalistas a costa de las nuestras y también luchar para imponer medidas anticapitalistas, es decir, socialistas. Por eso:

Necesitamos la continuidad de la cuarentena y medidas de aislamiento social efectivo. Paralización sin excepción las actividades industriales y mineras, como de toda empresa no vinculada a los bienes y servicios esenciales, decretando sanciones drásticas y hasta la expropiación sin pago de empresas que infrinjan la prohibición.

Necesitamos un gran aumento presupuestal para el sector salud, que se refleje en la consecución de materiales de bioseguridad, en respiradores mecánicos, en camas UCI, en los test moleculares y serológicas para aplicarlos a los que están expuestos al contagio. No necesitamos un gobierno que reasigne presupuesto de otras carteras ministeriales para la cartera de Salud, un engaña muchacho del populismo de Vizcarra.

Necesitamos reconvertir empresas para la producción masiva de mascarillas, respiradores mecánicos, equipos de bioseguridad.

Necesitamos contratar a todo el personal de salud necesario: médico, técnico médico, enfermería y servicios generales (personal de limpieza, comedor, etc) con capacitación, equipamiento y protección adecuados para un servicio de salud óptimo frente a la crisis. Necesitamos que estén bien remunerados y con estabilidad laboral. No necesitamos un gobierno que mantiene en pie regímenes de contratación como CAS, o las modalidades de bata gris, verde y blanca que recortan derechos laborales.

Para financiar este plan debemos cobrar un impuesto a las grandes empresas y expropiar las clínicas privadas y la fortuna de los que vilmente se enriquecieron con la salud en estos 30 años para ponerlas al servicio de la atención de la emergencia. No necesitamos un gobierno que destine recursos del Estado al bolsillo de los empresarios.

Necesitamos la respuesta organizada de los trabajadores de la salud, como la de las enfermeras del Hospital Hipólito Unanue.

Necesitamos un Seguro Único de Salud, gratuito público y de calidad para todos los peruanos y extranjeros que residen en el país. No necesitamos EPS que lucran con nuestra salud.

Esto significa luchar para tomar el poder político y económico de la sociedad, que está en manos de la burguesía mundial, y disponer los enormes recursos materiales al servicio de atender las necesidades de la mayoría de la población. Y esto solo será posible por medio de una planificación económica socialista, que acabará con la anarquía asesina del modo de producción capitalista. En pocas palabras, el momento plantea la urgencia de organizarse alrededor de un programa revolucionario.

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